Cualquiera puede llegar al beisbol de Grandes Ligas. Eso no significa que en cada familia nazca una futura estrella, sino que cualquiera puede alcanzar la excelencia deportiva, sin importar su origen, siempre y cuando tenga la determinación para hacerlo. Dicho de otra manera, un gran beisbolista puede venir de cualquier parte: De una preparatoria en Texas, de una academia en República Dominicana, o de un campo de tierra en un pequeño pueblo Mayo de Sonora.
En octubre de 1960, los Piratas de Pittsburgh conquistaron la Serie Mundial al derrotar en siete juegos a los Yankees de Nueva York, culminando con el legendario Homerun de Bill Mazeroski, el único walk-off que ha definido un séptimo juego de Serie Mundial. Diecinueve días después, el 1 de noviembre de 1960 nacía en Etchohuaquila, Sonora, Fernando Valenzuela.
Fernando creció entre campos de tierra. Joven parco en palabras, aprendió a comunicarse a través de parábolas, no literarias, sino las que describían sus impredecibles lanzamientos. Ese fue su idiomauniversal para quienes lo veían, indescifrable para quienes lo enfrentaban.
Los Dodgers abandonaron Brooklyn en 1958, cruzando el país en busca de un nuevo futuro que encontraron en una colina habitada por familias mexicoamericanas en Los Ángeles. El Ayuntamiento expropió y demolió sus viviendas para levantar allí el Dodger Stadium, sepultando bajo el cemento lo que alguna vez fue el barrio Chavez Ravine.
El mismo equipo que apenas once años antes había derrumbado con Jackie Robinson la barrera racial, levantaba ahora otra. Esta vez contra los hijos de México, quienes aprenderían con el tiempo a resentir al club que les arrebató sus hogares. Pero, como escribióCervantes, “el tiempo suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.
Fernando Valenzuela, con apenas dieciocho años fue cedido a préstamo en 1979 por Los Ángeles (pero los de Puebla), que lo enviaron a Yucatán donde conquistó con los Leones el premio al Novato del Año antes de ser adquirido por los Dodgers. Yucatán, tierra celosa de sus afectos, entendió que aquel muchacho zurdo no le pertenecía del todo. Lo dejó partir rumbo a Estados Unidos con la condición de llevarse consigo un pedazo de esa tierra. Fernando Cumplió. Su esposa y sus hijos serían para siempre el lazo que lo uniría con el Mayab.
Lo improbable.
El 9 de abril de 1981, Jerry Reuss, abridor anunciado para el juego inaugural en el Dodger Stadium, sufrió una lesión muscular de última hora que lo dejó fuera de acción. Su reemplazo fue un joven mexicano de apenas 20 años prácticamente desconocido: Fernando Valenzuela.
Aquella tarde Fernando lanzó juego completo sin permitir carrera. Fue el inicio de una racha asombrosa: en sus siguientes siete aperturas solo permitió cuatro anotaciones, transitando en todas, la ruta completa. Y el beisbol se rindió ante él.
Lo Impensable.
Mas allá de sus números, algo más profundo comenzó a ocurrir. Las mismas familias que décadas atrás habían sido expulsados de Chavez Ravine llenaban ahora las gradas con pancartas en español. Para los chicanos que aprendieron a odiar a los Dodgers, Fernando devolvió algo que les había sido arrebatado: pertenencia, por primera vez en décadas se sintieron parte del país que los había marginado y abrazaron como propio al equipo que antes simbolizaba su despojo.
Lo Increíble.
La Fernandomanía no fue una moda pasajera, Fernando fue portada de revistas, llenó los estadios, monopolizó transmisiones de televisión y se convirtió en un referente cultural. Fue mucho más que un fenómeno mediático, fue esperanza, inspiración y orgullo para la comunidad chicana. Demostró que el sueño americano podía alcanzarse incluso por un joven humilde que surgió de un campo de tierra en un pequeño pueblo Mayo de Sonora.
Lo inevitable.
La irrupción de Valenzuela transformó para siempre a Los Ángeles. A partir de él, la comunidad latina dejó de ser una minoría invisible. El Dodger Stadium reflejaba el cambio demográfico y cultural de una ciudad que empezaba a redefinirse. El castellano se equiparó al inglésy Los Ángeles emergió como una de las ciudades más cosmopolitas del planeta.
Lo inmortal.
Este año Fernando forma parte de la boleta para el Salón de La Fama de Cooperstown a través del comité de la era moderna. Para ingresardebe obtener el 75% de los votos de los 16 miembros. Cada unopuede votar hasta por 4 candidatos. Otros nominados son: Barry Bonds, Roger Clemens, Don Mattingly y Carlos Delgado.
Sin importar lo que escriban en sus boletas los 16 miembros del comité, la inmortalidad de Fernando es una realidad innegable desde que, primero la ciudad e Los Ángeles y después todo el mundo del beisbol se rindieron ante su encanto.
La Innegable inmortalidad de Fernando fue sellada en la voz de Pedro “Mago” Septién, quien lo describió con maestría al culminar la victoria de Fernando en el tercer juego de la Serie Mundial del 81 ponchando a Lou Piniella: "¡Bravo por ti, Fernando! Eres en el béisbol: oro, mezquita, basílica y cactus. Suena esto a mariachis, a jarabes, a copal y a cera. Eres un jugador que tienes el pincel en la mano y la luz en el alma… NUNCA OLVIDAREMOS ESTO".
La pelota es redonda
Pero viene en caja cuadrada
Luis Felipe Alvarez
luisfe143102@gmail.com

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