El 25 de octubre de 1986, el Shea Stadium de Nueva York fue escenario de uno de los episodios más recordados (y dolorosos) en la historia de la Serie Mundial. Los Mets recibían a los Medias Rojas en el sexto juego, con la serie 3-2 a favor de Boston, que veían cercano el final de la “Maldición del Bambino” que los había privado de un campeonato durante 67 años.
Aquel duelo llegó al cierre de la décima entrada con Boston al frente 5-3. El cerrador Calvin Schiraldi retiro sin apuros a los dos primeros que enfrentó, dejando a los Medias Rojas a un solo out de ganar la Serie Mundial... Y se le vino la noche encima.
Gary Carter, Kevin Mitchell y Ray Knight ligaron sencillos para anotar la cuarta de los Mets y dejar corredores en las esquinas, con la del empate en tercera. Boston trajo del bullpen a Bob Stanley para enfrentar a Mookie Wilson, quien peleó un turno largo consiguiendo que en un lanzamiento descontrolado anote Mitchell la del empate y Knight avance a segunda poniendo la de la victoria en posición de anotar.
En cuenta de 2 bolas y 2 strikes Wilson conectó un rodado lento hacia la inicial, que dio un segundo bote muy alto, aparentemente sin dificultad para el veterano primera base Bill Buckner, quien se colocó frente a la pelota y bajó el guante, pero increíblemente la esférica pasó entre sus piernas y avanzó lentamente hacia el jardín derecho, permitiendo a Knight doblar por tercera y anotar la sexta carrera que dejó tendidos en el terreno a Boston empatando la Serie Mundial, misma que ganarían en el juego siete con marcador de 8-5. Para Boston, el sueño se desmoronó; a Buckner, el error lo acompañaría el resto de su vida.
A pesar de haber tenido una sólida carrera de 22 años en Grandes Ligas con un total de 2,715 imparables, Buckner fue injustamente reducido en la memoria popular al hombre que cometió el error en el juego 6 de la Serie Mundial del 86.
Equivocarse provoca una incomodidad tan profunda que nos pasamos la vida evitándolo o incluso negando el error. La humanidad en su afán por alcanzar una perfección idealizada olvida que el error es parte de su propia naturaleza. Somos perros persiguiéndonos la cola, sin saber que por mucho que lo intentemos no podremos excluir la imperfección de nuestro propio ser.
En el Génesis, primer libro de la Biblia, Eva y Adán nos recuerdan que equivocarse monumentalmente es parte de nuestra condición humana desde el principio de los tiempos.
Errar, lejos de ser un tropiezo fortuito, es consecuencia inevitable de elegir, de buscar, de desear, desafiar los límites y aspirar a más. Reconocer que fallaremos no es rendirse, es comprender que en el error habita la semilla del aprendizaje y el punto de partida del crecimiento.
El Beisbol es el único deporte en el mundo que considera el error como parte inherente del juego, a tal grado que lo registra en su marcador oficial al mismo nivel que las carreras anotadas. Otros deportes pueden analizar sus fallas en la intimidad de los reportes internos, pero solo el Beisbol las “Inmortaliza” frente a todos exhibiéndolas en la pizarra final.
Se considera error cuando una jugada rutinaria que debía resolverse con el esfuerzo ordinario del fildeador termina fallándose en su ejecución. Entre los errores más comunes se encuentran: Dejar caer un elevado atrapable, no tomar una pelota rodada, realizar un mal tiro a la base, etc.
Además de su registro en el Box Score y el impacto que tengan en el curso del juego, los errores en el beisbol son también identificados para diferenciar las carreras limpias de las sucias, ya que se contabilizan de manera diferente para determinar la efectividad de los lanzadores.
Para llegar a Grandes Ligas, además de contar con un talento natural, los jugadores dedican años de entrenamiento y disciplina desde que son niños pequeños y durante todo su paso por las estructuras de ligas infantiles, juveniles y menores instruccionales. Aun así, y en cumplimiento a la Ley de Murphy: Si algo puede salir mal, saldrá mal.
Para que tengamos una idea, en la pasada ronda de comodines, se realizaron 11 juegos entre los 8 equipos que participaron, con un total de 16 errores cometidos (1.5 por juego). Los Guardianes de Cleveland encabezaron esa lista con cuatro fallas. Cleveland no avanzó a la siguiente ronda.
Si bien es cierto que en el Beisbol como en la vida la posibilidad de fallar estará siempre presente, es en el mes de octubre en el que los equipos demuestran si tienen el temple y la frialdad para ejecutar las jugadas y los fundamentos con la precisión requerida para ser considerados los mejores. Recordemos que son 30 equipos los que inician en abril un camino en el que solo 2 llegan a destino y del que uno solo prevalece para llamarse campeón de la Serie Mundial
La pelota es redonda
Pero viene en caja cuadrada
Luis Felipe Alvarez
luisfe143102@gmail.com

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